martes, 17 de septiembre de 2013

Sobreviviendo a la supervivencia

Una tragedia impensada saca a relucir los instintos naturales de los seres humanos con el único objetivo de resistir. De un momento a otro, los pasajeros del vuelo 571 perteneciente al avión Fairchild F-227 se encontraron en una situación inimaginable, donde se vieron obligados a traspasar sus límites con tal de mantenerse con vida. Hipotermia, deshidratación, quemaduras e inclusive canibalismo fueron algunas de los estados que sufrieron los jóvenes rugbiers uruguayos que lograron sobrevivir.


Nada hacía pensar que lo que iba a suceder, fuera posible. Pilotos con experiencia, transporte en óptimas condiciones y muy poco uso, una ruta que en los papeles era “fácil”. Esa tarde del 13 de Octubre de 1972 logró hacer realidad la peor de las pesadillas. El vuelo perteneciente a la Fuerza Aérea Uruguaya, donde se trasladaban un equipo de rugby de ese mismo país, se partió en dos a aproximadamente 4 mil metros de altura, en medio de la Cordillera de los Andes.

Gráfico de la tragedia
Horas después del trágico accidente, se montó un inmenso operativo con el único objetivo de poder ubicar y rescatar a aquellos que hayan podido sobrevivir. Pero los resultados no fueron los esperados y la búsqueda se dio por finalizada tiempo después. Tan solo quedaba esperar el paso de los días y encontrar  los restos de la aeronave, para poder realizar un peritaje y así averiguar las causas del desperfecto que produjeron el infortunio.

Fue entonces cuando sucedió el denominado “Milagro de los Andes”, un arriero que vivía por los parajes de la zona divisó a dos de los supervivientes, quienes desesperadamente estaban pidiendo auxilio. A pesar de la incredulidad inicial, el mulero dio aviso a las autoridades para emprender las tareas de rescate. Luego de 72 días de aislamiento total, temperaturas inferiores a los 20° bajo cero y sobrevivir a un alud de nieve, 16 personas lograron mantenerse con vida.

Cuestión de vivir

Ahora, la pregunta es, ¿Cómo lo lograron? ¿Cómo pasaron tres meses sin comida, soportar tan bajas temperaturas y no perecer con las heridas del choque? Preguntas que dieron lugar a diversos relatos, artículos periodísticos e inclusive varios librospelículas y documentales donde se narra la historia de supervivencia de este grupo de personas.

Para poder develar todos estos interrogantes se realizaron diversos estudios científicos en los supervivientes. Lo cierto es que a través de sus declaraciones, se pudo saber con mayor exactitud los contratiempos que sufrieron cada uno de ellos durante todos los 72 días a la intemperie. 


Infografía sobre la hipotermia
Una tormenta de nieve feroz fue la causante de que el avión Fairchild F-227 se estrellara en la cordillera andina. A lo largo de todo el territorio montañoso, las temperaturas pueden alcanzar los -42°, causa por la que tres de los sobrevivientes fallecieron horas después de producirse el contacto con el suelo. Aquí es donde entra en acción la hipotermia, consecuencia directa del frío, por el cual la temperatura corporal se encuentra por debajo de la necesaria para realizar un normal metabolismo.

Poco a poco, el cuerpo humano de los deportistas comenzaron a sufrir las consecuencias de la falta de calor, confusión, desorientación, coordinación muscular pobre, sus pulsos y respiración disminuyen. Sus órganos principales comenzaron a fallar y por la noche fallecieron tres de ellos, y dos más la mañana siguiente.

Pero además del brusco descenso de temperatura corporal, los jóvenes se encontraron con otro problema: la falta de alimento. Según estudios científicos, el tiempo máximo estipulado por el cual un ser humano puede transcurrir sin ingerir alimentos son 60 días, siendo 72 los que las víctimas del siniestro sobrevivieron. Primero, el cuerpo pasa a alimentarse de glucosa, cuando esta desaparece se traslada a la grasa corporal para luego finalizar en los músculos, lo cual es sumamente peligroso.

Los instintos naturales de supervivencia los llevaron a tomar la decisión de practicar la denominada antropofagia, más bien conocida como canibalismo, tal como sucedió con Gustavo Zerbino. Siendo que el ecosistema natural que rodeaba a la zona carecía de plantas y animales aptos para cazar, accedieron a alimentarse de la carne de sus compañeros. "Si me encontrase de nuevo en la misma situación en un glaciar de los Andes, a 4.000 metros de altitud, sin esperanza de recibir ayuda, ya no esperaría diez días antes de empezar a comer carne humana. Hoy pienso que esperamos demasiado tiempo" aseguró Carlos Páez, otro de los sobrevivientes. La decisión de alimentarse con los cuerpos permitió que ninguno de ellos falleciera por inanición.


Sin lugar a dudas, el caso más peculiar fue el sucedido con Fernando “Nardo” Parrado. A lo largo de los 72 días de la odisea, Parrado transcurrió por cuatro etapas fundamentales que desencadenaron en su supervivencia: fracturas en el cráneo, estado de coma, deshidratación e hipotermia. A través de un estudio neurológico realizado en Argentina, los científicos descubrieron el porqué del hecho.

Nando Parrado (abajo izquierda), 
Roberto Canessa y Sergio Catalan
Durante el vuelo, Parrado estaba acompañado por su madre, hermana y un amigo. Luego del impacto, todos ellos murieron y él sufrió diversas fracturas en su cráneo, las cuales permitieron que la desinflamación del cerebro a causa del golpe fuera mucho más efectiva. Sumado a estos hechos, entró en coma y sufrió deshidratación e hipotermia durante tres días, causa por la cual sus compañeros lo dieron por fallecido.

Esas mismas causas naturales fueron las que le permitieron continuar con vida. La deshidratación y falta de alimentos desembocó en la limitación del crecimiento del edema cerebral y la hipotermia extendió la vida de las neuronas afectadas por el choque. Gracias a esta serie de eventos afortunados, días después Parrado fue uno de los tres supervivientes que salieron en busca de ayuda y una salida.


El Rosario de la salvación

En medio del desastre, no les fue tarea fácil para las víctimas mantener en alto la moral y convicción de vivir. Fueron muchos los elementos que aportaron para que esto suceda, ya sea por el apoyo mutuo o el instinto natural por la supervivencia. Pero como sucede en todos los escenarios de tragedias, la religión conformó uno de los papeles más importantes a través de la fe.

Sergio Catalan con el Rosario
Mediante sus declaraciones, todos los sobrevivientes coincidieron unánimemente en que su confianza en Dios y el rezo fue el motor principal por el cual el rescate se concretó. Fue una anécdota en especial, revelada años después, la que los ayudo mucho. Madelón Rodriguez, madre de Carlos, aseguró que tiempo antes que partiera el vuelo, introdujo un Rosario en el bolsillo de su hijo para que lo lleve consigo.

Otra de las madres de los jóvenes, Sara Urioste, declaró que mientras ella y su hermana se encontraban rezando el Rosario por el milagro, una voz de su interior le dijo: “Si yo sufrí tanto por tres días que perdí a mi Hijo, cómo no voy a compenetrarme con ustedes, que hace tantos días que perdieron a los de ustedes. Estén tranquilas, volverán, se lo prometo”.

El poder y la confianza que los deportistas uruguayos tenían sobre la fe era tal que todos los días, de manera sistemática, se juntaban todos a las 9 de la noche para poder orar en grupo. Gustavo Zerbino así lo ratificó: "Era un rito que nos daba paz y tranquilidad y le pedíamos a Dios que nos diera fuerza para afrontar lo que Él nos mandara. Confiábamos en que íbamos a vivir y lo hicimos gracias a valores como la entrega, la solidaridad, el respeto y la humildad".

Fuentes:







Aprendiendo a vivir

Gustavo Zerbino tiene 61 años, es médico y padre de cuatro hijos. No obstante, en 1972 era un joven de estudiante de medicina de 19 años y miembro del equipo de rugby “Old Christians”. Jamás imaginó lo que le tocaría en suerte en aquel vuelo rumbo a Chile, en un viaje que se suponía sería ameno y risueño entre las bromas de los colegas y su deporte favorito. Tan inesperado fue el pozo de aire que hizo colisionar al avión, que cortó los cantos abruptamente haciendo que los pasajeros choquen contra el techo de la nave y de ahí en más todo fue incertidumbre.

La vida acomodada de este joven se vio alterada en un giro del destino y aunque nada lo hubiera podido preparar para la hazaña que realizaría juntos a sus compañeros, enfrentó la adversidad con gran valentía. Zebrino cuenta que formaron una especie de pacto para que, en caso de que el muriera, utilizaran su cuerpo para que los demás se alimenten. Sobre esta dura decisión dice: “El primer manipulador que tengo soy yo, en dirigir mi vida en la dirección que quiero. No puedo ser una víctima. Hay gente que elige pasarlo bien o mal. Si tengo el control de mi estado voy a tener un amortiguador para obtener una respuesta. Me comunico siempre conmigo”.

Cabe destacar que Zebrino fue uno de los líderes con respecto a la decisión de comer carne humana, hecho que lo aterraba y traspasaba su moral y tabúes religiosos, físicos y mentales. Dar el primer paso le costó mucho, pero luego fue adaptándose y pudiendo superar los parámetros establecidos por la sociedad racionalista en la cual se encontraba sumido. Entonces surge una especie de nueva sociedad y comunidad con normas que van y vienen, donde los líderes también son efímeros y son aquellos que pueden bromear o levantar el ánimo colectivo con un chiste.

Zebrino no deja de señalar que la supervivencia fue gracias a que obraron como un equipo muy unido que tuvo que pelear por sobrevivir ante una situación límite. Bajo estas circunstancias, la creatividad conjunta despertó a límites insospechables. Creatividad que le valdría varios años después para oficiar de presidente de la compañía farmacéutica uruguaya “Merck”, además de aconsejar a ejecutivos sobre la toma de decisiones.




“Para mí lo que me ocurrió en la cordillera es como una pretemporada en deporte. Me permitió darme cuenta de una realidad. Éramos 16 experiencias, 16 personas. Lo que ocurrió fue una realidad, pero luego las 16 personas las vivimos de una manera diferente. Cuando tienes miedo y te sientes mal, el umbral se achica. Sentirse bien o mal es una decisión y la gente lo suele delegar en el entorno”, opina Zebrino. Quizá ésta sea uno de los mecanismos psicológicos que le permitió dominar la situación. El hecho de sentirse en pleno uso de sus facultades y de dominar mentalmente una situación de caos y un pandemonio desatado. Pero esto no quiere decir que Zebrino tenía una mera ilusión de control ante algo incontrolable, al contrario, él pudo dominarse psicológicamente para ser un individuo dentro de un grupo, sin ser solamente un grupo, pero formando parte de éste.





En definitiva, Zebrino aprendió a vivir cada día como si fuera el último, tal y como en el 72 dónde realmente la incertidumbre era mayor. No deja de resultar paradójico que en aquella tragedia con la muerte susurrando al oído, él haya aprendido a vivir.



Fuentes:











Resistir en equipo

Pedro Algorta tenía 21 años cuando el avión en el que viajaba con sus compañeros de el equipo de Rugby “Old Christians” colisionó en los Andes rumbo a Chile. Nada en su vida lo había preparado para un momento tal y, en palabras de él, se dejó llevar por su instinto de supervivencia. También, Algorta cuenta que no habló de aquella tragedia que lo llevó a la antropofagia más primigenia durante 35 años. Por más que sus mecanismos psicológicos hayan intentado olvidar el hecho, su mente jamás pudo borrarlo. Además, tuvo que enfrentar la mezcla de sentimientos encontrados entre ira (debido a que todos sus seres queridos exceptuando a su madre lo daban por muerto) y toda la mescolanza de incertidumbre y miedo propios de la situación límite que tuvo que enfrentar.


Algorta explica que tuvieron que alimentarse de sus compañeros muertos para sobrevivir, y que tomaron aquella decisión sin pensarlo dos veces. Pero agrega que esto fue porque eran “personas comunes y corrientes llevadas a situaciones límites”. Cabe recordar que de las 45 personas que viajaban, 27 sobrevivieron al impacto del choque, pero luego, con el paso de los días y un terrible alud quedaron 16. Sobre esto, narra que se encontraba atrapado entre la nieve al principio respirando debido a que antes de que esta se congele es porosa y permite el paso del aire. Pero luego, sus pulmones se quedaban sin oxígeno con una ominosa parsimonia y él se dejaba ganar por el sopor de la muerte, entregándose al sueño. Entonces, de súbito uno de sus compañeros le quita la nieve y sus pulmones comienzan a llenarse de aire nuevamente.

Sobre la anécdota anterior reflexiona que todo fue un trabajo en equipo. Desde sus colegas fallecidos que “entregaron su cuerpo como ofrenda” para que ellos pudieran continuar adelante, hasta los últimos caminantes que se aventuraron a traspasar las montañas para buscar ayuda en Chile. Asimismo, una vez en el hospital y luego en su vida cotidiana, Algorta se da cuenta de que todavía le quedan muchas más montañas que traspasar, y eso es la vida.





“Hace tiempo que dejé la soberbia de decir que a mí no me pasó nada. O que no me afectó para nada. Eso ya no lo digo, ya se que una parte mía la pasó muy mal en los Andes y todavía está conmigo. Pero no aparece. Está dormida y abatida por toda la vida que hemos tenido desde entonces”, reflexiona. Y de eso se trata esto para él, que considera mucho más fuerte y valedero las vidas que construyeron luego de la tragedia y su resiliencia ante lo sucedido, que la visión más mediática y superficial de la antropofagia. Sin dudas alguna parte de aquel Algorta de 21 años que tuvo que enfrentarse a las crueles peripecias de la vida quedó en los Andes, pero su lado más fuerte triunfó y hoy en día sigue superando las montañas que siempre están en todos lados.



Fuentes:








lunes, 16 de septiembre de 2013

También en la pantalla grande

Sumado a la gran cantidad de escritos publicados, la tragedia de los Andes también tuvo su lugar en el séptimo arte. Con alrededor de cinco películas, sus directores intentaron de diferentes maneras mostrar las vivencias padecidas por los sobrevivientes. 


La primera película en reflejar esta tragedia fue tuvo su estreno en 1976, titulada “Supervivientes de los Andes” (Survive!). Dirigida por René Cardona, relata con lujo de detalle el accidente aéreo de los Andes en 1972, pese a las limitaciones técnicas correspondientes a la época. Los protagonistas son Hugo Stiglitz, Norma Lazareno, Luz María Aguilar, Fernando Larrañaga y Lorenzo de Rodas.




En el año 1993 se hicieron dos películas; la primera fue ¡Viven!: El milagro de los Andes (Alive: The Miracle of the Andes). Esta es una película del matrimonio formado por el director y productor Frank Marshall y su esposa, productora también, Kathleen Kennedy. Está basada en el aclamado libro de Piers Paul Read escrito en 1974 “Alive: The Story of the Andes Survivors”, que a su vez está basado en las entrevistas realizadas a los supervivientes del accidente del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya. Además, la segunda en ese mismo año fue “Alive: 20 Years Later”.


En el 2006 se estrenó un documental llamado “Alive: Back to the Andes”. Finalmente, la película más contemporánea fue “Stranded: I've Come from a Plane That Crashed on the Mountains” (Naufragos, vengo de un avión que cayó en las montañas), en 2007 y dirigida por Gonzalo Arijon, quien además era amigo de la niñez de los sobrevivientes. A través de la recopilación de una gran cantidad de archivos y diferentes testimonios de los protagonistas, el director logra revivir las sensaciones en cada uno de ellos ya que, juntos a sus seres queridos, realizan una caminata hacia la zona del desastre.




Fuentes:




Los best sellers de la tragedia

Debido a la gran cantidad de testimonios, relatos y vivencias tomadas tiempo después a la catástrofe ocurrida el 13 de octubre de 1972, muchos escritores aprovecharon todo el material para estampar su sello. Luego de 41 años, son varios los libros que relatan los hechos vividos durante esos 72 días. Mediante la siguiente recopilación se podrá observar cada uno de los escritos que cuentan la historia. 



El primer de todos ellos fue escrito por Piers Paul Read en 1974 el nombre del libro es “Alive: The Story Of The Andes Survivors (¡Viven!, La Tragedia De Los Andes). El libro fue reeditado en 1993 y 2005, además fue llevado al cine en 1993, en una producción canadiense.


En el año 2000 el uruguayo Carlos Páez Viraló escribió el libro “Entre mi Hijo, Yo y la Luna”, el cual obtuvo a lo largo de los años cuatro ediciones:


  • 1 º edición: Editorial Ambiente de Buenos Aires, 1982.
  • 2 º edición: Ediciones Milgraf, Montevideo, 1986.
  • 3 º edición: Editorial Planeta, Buenos Aires, 1993.
  • 4 º edición: Ediciones Casapueblo, Uruguay 2000.



En 2006, Fernando Parrado con Vince Rasue, escribieron: “Milagro en los Andes, 72 días en las montañas y mi largo viaje a casa”. El relato cuenta con 10 capítulos, un epílogo y trata de cómo Nando Parrado, junto a sus demás compañeros, lucharon por sobrevivir cuando el avión en el cual viajaba cayó en los Andes. Además detalla cómo muchos murieron intentando ser rescatados y la lucha de los supervivientes para que alguien los pudiera localizar en medio de las montañas.


En 2007 Carlitos Páez, con Miguel Ángel Campodónico, escribió “Después del día diez”. En él, Páez cuenta al autor, Campodónico su visión de los hechos sin ningún esfuerzo por disimular la realidad. El objetivo del autor es poder demostrar como ostentan las virtudes maduras de un hombre cuyos brotes se encuentran en un muchacho desolado de dieciocho años en medio de la nieve andina. Según sus palabras él no es un ofensor del futuro, porque la esperanza ha regresado a su vida.





El último libro que se escribió fue en 2008 de la mano de Pablo Vierci “La Sociedad de la Nieve”. Este libro fue catalogado como el definitivo sobre la historia más increíble jamás contada. Si fuera ficción, resultaría inverosímil. Pero fue y es verdad, y todos los sobrevivientes hablan por primera vez desde aquel accidente de avión que los encontró con alrededor de veinte años en los Andes, a cuatro mil metros de altura, con treinta grados bajo cero, sin abrigo ni comida.





Fuentes:

http://es.wikipedia.org/wiki/Vuelo_571_de_la_Fuerza_A%C3%A9rea_Uruguaya#Libros


http://carlospaezvilaro.com.uy/nuevo/letras/entre-mi-hijo-y-yo-la-luna/


http://es.wikipedia.org/wiki/Milagro_en_los_Andes


http://www.carlitospaez.com/libro.asp


http://www.lecturalia.com/libro/29257/la-sociedad-de-la-nieve

domingo, 15 de septiembre de 2013

¿Qué pasó con la aeronave?

A la hora de la determinación sobre las causas que llevaron al desastre, muchos son los factores que desembocaron en uno de los peores accidentes en la historia de la aviación mundial. Desviación en la trayectoria, errores técnicos, mecánicos y humanos llevaron a que un aerotransporte en excelentes condiciones colisione en plena Cordillera de los Andes, dejando un saldo de 29 fallecidos.



Fairchild FH-227D
El modelo Fairchild FH-227D fue uno de los dos aeroplanos incorporados por la Fuerza Aerea Uruguaya a Estados Unidos, junto a dos Fokker F-27 Mk100 a Holanda, entre 1970 y 1971. Todo surgió once años atrás, cuando la FAU creó un organismo denominado Transporte Aéreo Militar Uruguayo (TAMU) con el objetivo de acelerar y facilitar los transportes militares y civiles entre los países de la región.

El abanico de servicios que ofrecía el TAMU incluía la posibilidad de trabajo con entidades privadas a través de diferentes formas de pagos. Debido a esto, el equipo de rugby uruguayo Old Christians contrató un viaje hasta Santiago de Chile en Octubre de 1972, donde iba a competir en un partido. Tal como señalaron los peritajes, el avión se encontraba en óptimas condiciones, con tal solo 792 horas de vuelo sobre sus alas.

La trayectoria pactada en un principio constaba de una longitud de 635 kilómetros, con una escala intermedia en el aeropuerto “El Plumerillo” de la ciudad de Mendoza, para luego continuar su viaje hacia el destino en Santiago. Con 40 pasajeros y 5 tripulantes, a las 14:18 horas despegó hacia el Sur, con un tiempo de viaje estipulado en 45 minutos.

Una hora después, la tripulación toman contacto con la base aérea en Santiago, quienes afirmaban que iban a tomar curso hacia el norte, hasta el aeropuerto Pudahuel. Aquí fue cuando los primeros síntomas comenzaron a reportarse, ya que la nave se localizaba en una posición totalmente diferente, perdiendo altura y rodeada de mucha turbulencia a causa de una tormenta de nieve.


Con nula visibilidad y una proximidad peligrosa entre las alas y las montañas, el avión comenzó a despedazarse. En un primer momento, la parte inferior de la cola y el ala derecha desaparecieron, las cuales impactaron contra el fuselaje y lo destruyeron por completo. Por otro lado, la parte trasera se despegó del cuerpo de la máquina, incluyendo la sección de pasajeros y equipaje. Finalmente, el FAU-571 terminó colisionando contra un espacio rocoso a 4.400 metros de altura, y el fuselaje se desplazó 725 metros hacia abajo, hasta el glaciar llamado “Glaciar de las Lágrimas”.





Errores técnicos

Al momento de desvelar las falencias durante la trayectoria, los peritajes permitieron saber que la aeronave tenía una desviación de 80 kilómetros respecto a la preestablecida. La clave pasó por un error en el rumbo, 030 grados en lugar de 014 grados, causa por la cual el Fairchild voló nuevamente hacia territorio argentina en lugar de Chile.

La tarea de informar cuanto tiempo consumiría cada trayecto establecido conformó otro de los puntos más importantes. Precisamente a las 15:21 horas, el capitán afirmó haber tomado contacto con el cerro Curicó un minuto más tarde, cuando en realidad tendrían que haber sido once ya que faltaba recorrer 70 kilómetros. Además, el avión incluía el sistema de medición de distancias, con lo cual el error pudo haber sido previsto.  Finalmente, la declaración “tomar contacto visual con Curicó” fue totalmente contradictoria ya que, en ese momento, la visibilidad era nula debido a la gran cantidad de nubes presentes.

En definitiva, luego de realizar varias investigaciones pertinentes, se llegó a la conclusión de que la principal causa del trágico accidente no fueron errores de navegación, sino un mal funcionamiento del sistema de medición de distancias. Los vuelos realizados por los otros modelos de Fairchild no reportaron errores sobre ese sector, ya que fueron realizados con total normalidad.