martes, 17 de septiembre de 2013

Resistir en equipo

Pedro Algorta tenía 21 años cuando el avión en el que viajaba con sus compañeros de el equipo de Rugby “Old Christians” colisionó en los Andes rumbo a Chile. Nada en su vida lo había preparado para un momento tal y, en palabras de él, se dejó llevar por su instinto de supervivencia. También, Algorta cuenta que no habló de aquella tragedia que lo llevó a la antropofagia más primigenia durante 35 años. Por más que sus mecanismos psicológicos hayan intentado olvidar el hecho, su mente jamás pudo borrarlo. Además, tuvo que enfrentar la mezcla de sentimientos encontrados entre ira (debido a que todos sus seres queridos exceptuando a su madre lo daban por muerto) y toda la mescolanza de incertidumbre y miedo propios de la situación límite que tuvo que enfrentar.


Algorta explica que tuvieron que alimentarse de sus compañeros muertos para sobrevivir, y que tomaron aquella decisión sin pensarlo dos veces. Pero agrega que esto fue porque eran “personas comunes y corrientes llevadas a situaciones límites”. Cabe recordar que de las 45 personas que viajaban, 27 sobrevivieron al impacto del choque, pero luego, con el paso de los días y un terrible alud quedaron 16. Sobre esto, narra que se encontraba atrapado entre la nieve al principio respirando debido a que antes de que esta se congele es porosa y permite el paso del aire. Pero luego, sus pulmones se quedaban sin oxígeno con una ominosa parsimonia y él se dejaba ganar por el sopor de la muerte, entregándose al sueño. Entonces, de súbito uno de sus compañeros le quita la nieve y sus pulmones comienzan a llenarse de aire nuevamente.

Sobre la anécdota anterior reflexiona que todo fue un trabajo en equipo. Desde sus colegas fallecidos que “entregaron su cuerpo como ofrenda” para que ellos pudieran continuar adelante, hasta los últimos caminantes que se aventuraron a traspasar las montañas para buscar ayuda en Chile. Asimismo, una vez en el hospital y luego en su vida cotidiana, Algorta se da cuenta de que todavía le quedan muchas más montañas que traspasar, y eso es la vida.





“Hace tiempo que dejé la soberbia de decir que a mí no me pasó nada. O que no me afectó para nada. Eso ya no lo digo, ya se que una parte mía la pasó muy mal en los Andes y todavía está conmigo. Pero no aparece. Está dormida y abatida por toda la vida que hemos tenido desde entonces”, reflexiona. Y de eso se trata esto para él, que considera mucho más fuerte y valedero las vidas que construyeron luego de la tragedia y su resiliencia ante lo sucedido, que la visión más mediática y superficial de la antropofagia. Sin dudas alguna parte de aquel Algorta de 21 años que tuvo que enfrentarse a las crueles peripecias de la vida quedó en los Andes, pero su lado más fuerte triunfó y hoy en día sigue superando las montañas que siempre están en todos lados.



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